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Mantener la atención y el interés del público ha sido siempre el anhelo de todo conferenciante. Hoy, las exposiciones públicas parecen facilitarse con el uso del PowerPoint. La sala oscura, la voz del conferenciante y la pantalla iluminada en la que una serie de diapositivas acompañan sus palabras parecen haberse convertido en el modelo universal de disertación. Sin embargo, no siempre está claro quien acompaña a quien: las diapositivas al ponente o el ponente a las diapositivas. Tampoco es seguro que el efecto hipnótico de éstas garantice que la comunicación mejora con el uso del PowerPoint. Distinguir entre el uso, el abuso y el mal uso de este tipo de programas es importante si lo que se desea no es sólo transmitir información, sino que el destinatario la reciba en las mejores condiciones. |
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